La cofundadora y presidenta del directorio de Impulso Docente habló con el diario La Segunda.
Bernardita Yuraszeck (36), casada, tres hijos (entre nueve y dos años), eso de que le recalquen que es rubia de ojos azules como estereotipo social le incomoda. Dice que si bien su apariencia pudo haber sido tema cuando hizo clases hace una década en un colegio de La Pintana, hoy eso quedó atrás. “Esa experiencia de profesora fue transformadora, pero ojalá algún día en Chile dejemos de valorarnos según el color del pelo y ojos. No creo que le haga bien al país seguir alimentando esa caricatura”, advierte.
Ingeniería comercial de la UC, profesora de matemáticas de la Finis Terrae, fue premiada como una de las “100 Mujeres Líderes 2022” (entregado por Mujeres Empresarias y «El Mercurio»), en la categoría servicio social. Hace ocho años fue una de las creadoras de Impulso Docente, una organización sin fines de lucro que acompaña a profesores en la sala de clases de escuelas y liceos de escasos recursos. Desde su fundación han certificado a más de 32 mil docentes con programas en todo Chile. “Nuestra finalidad es enseñarles técnicas que generen ambientes de aprendizaje efectivos. Muchos profesores están estresados, frustrados, están muy solos. Trabajamos principalmente con educadoras de párvulos y docentes de establecimientos que reciben subvención estatal”, explica.
—Los resultados del Simce 2022 no fueron una buena noticia. Por ejemplo, solo dos de cada cinco niños de 4º básico logran las habilidades y conocimientos básicos para su nivel. Especialistas coinciden en que se conservan las brechas entre sectores con más y menos recursos.
—Sabemos que las brechas en el sistema educativo son históricas y que en la última década ha habido un estancamiento alarmante en los resultados del Simce. Además, hay un consenso sobre el daño que causó la pandemia y la pérdida de clases. Si miramos la evidencia internacional sobre los sistemas educacionales que han avanzado, lo clave es lograr un compromiso transversal que permita que todos los estudiantes dominen aprendizajes básicos tempranamente de manera universal. A propósito de estos bajos resultados tenemos una oportunidad de poner urgencia en este aspecto a nivel país.
“Yo era muy estricta en las clases”
Hija del empresario José Yuraszeck y la historiadora Cecilia Krebs, Bernardita creció como la quinta de siete hermanos (el mayor es José Francisco, sacerdote jesuita y capellán general del Hogar de Cristo). En su casa de Las Condes los libros abundaban. Su mamá también es profesora, trabajó en la Biblioteca Nacional y realizó investigaciones en educación. Además, es nieta de Ricardo Krebs, premio nacional de Historia 1982. “Mi abuelo metió mucha vocación en lo que hacía. Eso caló en mi elección por la educación después”.
Cuando estaba en el último año de ingeniería comercial, en 2009, Yuraszeck se topó en el campus de la UC con un afiche del programa Enseña Chile (que invita a profesionales a trabajar como docentes remuneradamente por dos años), donde salía una foto de un ingeniero comercial de corbata que decía: “¿Qué sucedería si esta fuera tu primera oficina?” y aparecía una sala de clases. “Me pareció un muy buen lugar para partir en educación y tomé el programa donde tuve mi primer trabajo como profesora en un colegio público de La Pintana. Después estudié pedagogía en matemáticas, hice un magíster en educación en Londres y creamos Impulso Docente. Nunca pensé que me quedaría tan conectada con la sala de clases, me enamoré de la docencia”.
—¿Qué la movió a interesarse por hacer clases en colegios vulnerables?
—Para la revolución pingüina de 2006 yo estaba en segundo año de universidad y fue muy marcadora para mi generación, por la fuerza que tuvo y lo masiva que fue. Con los estudiantes secundarios diciendo: “Esto tiene que cambiar”. Fue bien decidor constatar las diferencias que existían en el acceso de oportunidades dependiendo de dónde habías nacido y cómo eso determinaba tu futuro.
A los 23 años, Yuraszeck trabajó dos años (entre 2010 y 2012) full time como profesora de matemáticas y administración en el colegio Cardenal Caro de la población El Castillo de La Pintana. En este establecimiento mixto, técnico-profesional, de la fundación Belén Educa (con más de 1000 estudiantes de prekínder a cuarto medio), había 40 alumnos por sala.
—¿Cómo recuerda ese primer día haciendo clases?
—Yo era muy estricta y seria en las clases, y eso generaba mucha resistencia. Un día llegué muy frustrada a la sala de profesores porque un tercero medio no me daba tregua. Le comenté al profesor Víctor: “No doy más con este curso, no sé qué hacer. Se pegan entre ellos, no se callan en los 45 minutos de clases y se salen por las ventanas”. Él, súper en buena me dijo: “Sorry, pero creo que el problema eres tú, no ellos. Yo he hecho clases en esa sala y se portan bien”. Entonces, le pedí ir a su clase. Me senté atrás, y el mismo curso, que para mí era insufrible, cuando entraba este profesor se transformaba en otro mundo. Estaban todos súper interesados en la clase porque él había logrado conectarse con ellos desde lo humano. Eso me ayudó mucho para aprender nuevas formas de lograr que los estudiantes se involucraran más en mi clase.
—Al principio no debe haber sido fácil.
—Una experiencia que me marcó en mi primer año como profesora fue con un alumno adolescente que superó todos los límites. Decidí dejar la sala y decirle: “Nos vamos a inspectoría”. Íbamos en camino y de verdad me temblaban las piernas. Estaba súper nerviosa porque él había sido súper desafiante. Incluso, mientras caminábamos tiró un escupo al piso, al frente mío. Le hablé: “En verdad, eso no se hace”. Me estaba claramente desafiando, y me dijo: “Lo que pasa es que usted no ha entendido que acá estamos en La Pintana y acá esto sí se hace”. Mostró una actitud súper territorial, de códigos. Le respondí: “Mira, antes de estar en La Pintana, estamos en un colegio, yo soy tu profesora y no corresponde esta actitud”. Mantengo hasta el día de hoy contacto con ese alumno, que ya es un profesional y ha podido desarrollar una carrera en una empresa grande. Hoy, a doce años de ese episodio nos hemos reído de ese momento. Y de cómo el proceso de validación entre ambos llegó a su peak en esa escena.
—Usted proviene de una familia acomodada. Se educó en el colegio Los Andes, del Opus Dei. Una realidad completamente diferente.
—Sí, yo sentí la inquietud de conocer de primera fuente cuáles eran esas necesidades y cuáles eran los desafíos que se vivían en otras salas de clases. Y fue muy transformador como experiencia.
Y añade: “En contextos de mayor segregación tenemos desafíos relevantes de acceso a la salud, áreas verdes, transporte, acceso a un trabajo formal. Por eso es fundamental que quienes estamos en educación nos articulemos de mejor manera con otros sectores para que la promesa de movilidad social sea una realidad en Chile”
—Por su parte, no puedo dejar de preguntarle por el caso Chispas, también llamado «el negocio del siglo», un escándalo bursátil y político ocurrido en 1997 donde su padre se vio involucrado. ¿Cómo lo vivió?
—Entiendo que suelan hacerme esta pregunta porque se trató de un caso público. Pero yo tenía 12 años. De lo que recuerdo de esa época fue muy difícil.
“Podemos tener una buena educación pública”
El día de esta entrevista Yuraszeck viene de la celebración de los 20 años del colegio Manuel Vicuña (de la Fundación Belén Educa), ubicado en el corazón de la población La Legua. “Es esperanzador ver el rol clave y el impacto que cumplen las escuelas en entornos difíciles”.
—Se han tomado decisiones para tener una educación pública de calidad, aunque las carencias en metodologías e infraestructura siguen presentes.
—Creo que podemos tener una buena educación pública para todos. Por ejemplo, la ley de carrera docente permite implementar una serie de acciones para mejorar la carrera de los profesores; como el aumento de las horas no lectivas versus las lectivas. Esto les permite contar con horas remuneradas para realizar parte fundamental del trabajo de planificación, corrección de pruebas o atención de apoderados. Además, están los recursos SEP, que son estas subvenciones escolares preferenciales como reconocimiento al mayor desafío que implica enseñar en contextos de vulnerabilidad.
Agrega: “En los colegios privados la infraestructura es adecuada, están limpios y ordenados. En las escuelas públicas varía mucho dependiendo del sostenedor, de los recursos y cómo se gestionan. Eso tiene que cambiar. He trabajado con escuelas públicas donde no hay confort en los baños, se llueve la sala de profes y faltan vidrios en algunas salas. Se hace tan difícil avanzar cuando no se cumplen los mínimos higiénicos básicos”.
—El Colegio de Profesores anunció que iniciarán un paro nacional al regreso de las vacaciones de invierno. ¿Qué le parece esta medida?
—El Colegio de Profesores representa el interés de sus afiliados, donde hay algunas demandas legítimas y otras que podríamos cuestionar. Legítimo es que mejoren significativamente sus condiciones laborales para que puedan ejercer su transformadora labor. Pero no estoy de acuerdo en confundir su interés con el de los estudiantes. Un paro docente afecta el derecho a recibir educación. Sobre todo, y a la luz de los resultados Simce, donde se evidencia que no da lo mismo que los estudiantes dejen de ir a clases.
—En una columna de «La Tercera» usted escribió que “no es posible avanzar en corregir las brechas y mejorar los aprendizajes sin los profesores; la escasez de docentes también es prioridad”.
—Estamos enfrentando un desafío de envergadura, pues se proyecta un déficit de 26 mil docentes de aquí a 2025. Un problema que, si no se ataja a tiempo, terminará afectando a los sectores más vulnerables; aumentará las brechas sociales y educativas que ya son críticas.
Enfatiza: “Hay un trabajo importante que hacer en términos de política pública para atraer más docentes, porque eso permite que se sientan acompañados. Los profesores desertan, porque se sienten solos y agobiados. En el sistema, en general, cerca de un 11% de los docentes abandonan tras el primer año de ejercicio, y más del 6% el segundo año no vuelve a la sala de clases”.